Un Día en la Vida de una promotora de salud: La Historia de Celerina
En Adelante Mujeres, nuestros Promotoras de Salud son el motor de la atención comunitaria. Son quienes escuchan atentamente, se presentan con constancia y acompañan a las personas que enfrentan desafíos cotidianos.
Esta es una mirada a la experiencia de una de ellas: Celerina Rojas Mota.
Celerina apoya a 50 participantes a través de nuestro Programa de Prescripción de Frutas y Verduras en colaboración con el Centro de Salud Virginia García Memorial. Su trabajo incluye impartir clases de nutrición y ejercicio, tomar la presión arterial y brindar apoyo constante y personalizado a personas que viven con enfermedades crónicas como la diabetes. Pero su atención va mucho más allá.
Algunas personas no tienen comida, ni silla de ruedas, ni dinero para el alquiler ni la electricidad. No me concentro solo en los seis participantes a los que sigo más de cerca, sino que apoyo a los 50. Y si me llaman pidiendo ayuda, intento encontrar una solución o ponerlos en contacto con otra promotora.
Su día comienza preparándose para las clases, haciendo llamadas telefónicas y respondiendo a un flujo constante de solicitudes. El teléfono suena constantemente, no solo de los participantes, sino también de otras personas de la comunidad que la conocen. Algunos necesitan pañales, otros necesitan ayuda con los pases de autobús o recursos de vivienda. Va paso a paso, priorizando siempre las emergencias, sin perder de vista el panorama general.
A veces siento que todo llega a la vez. Tengo que recordarme: no puedo hacerlo todo al mismo tiempo. Así que me concentro en lo más urgente del día.
Cada clase grupal incluye cocinar juntos, ejercicio ligero y un enfoque en un tema de salud como la diabetes. Con cuatro grupos diferentes, los 50 participantes participan cada mes. También están invitados a ayudar a construir un huerto comunitario en Virginia García, un espacio para reconectar con la comida, la naturaleza y los demás.
Si un participante deja de responder, Celerina y su supervisora, Lucía, no lo ignoran. Realizan una visita domiciliaria para ver cómo está. Su enfoque es profundamente personal y se basa en la confianza.
“Generamos confianza estando presentes. Empiezan a vernos como familia. Me reciben con bendiciones y así es como me siento, bendecida de servirles”.
Celerina documenta cuidadosamente cada llamada, visita y caso. Esto le ayuda a mantenerse organizada y permite que otros miembros del equipo apoyen a los participantes si es necesario.
Si bien su trabajo está lleno de amor y conexión, también presenta desafíos. El más importante ahora mismo: el idioma.
“El inglés sigue siendo una barrera para mí. Pero mi prioridad es seguir aprendiendo para poder ayudar a más personas, incluso a quienes no hablan español”.
Una historia que le llega al corazón es la de una madre soltera que cuida a un hijo con una discapacidad grave, a la vez que sufre la pérdida de otro hijo en México. Celerina y su equipo le ofrecen apoyo con comida, atención emocional y presencia.
“Le brindamos espacios de paz. Incluso cuando no nos llama, le contactamos. Así, sabe que hay alguien ahí”.
Cuando le preguntamos qué habilidades son las más importantes en su trabajo, Celerina no duda en responder:
“Hay que escuchar. Las personas necesitan sentirse escuchadas. Una vez que hablan, se sienten más tranquilas. También se necesita empatía, amabilidad y paciencia. Hay que preocuparse de verdad”.
A Celerina le apasiona especialmente apoyar a los participantes mayores que no saben leer ni escribir. Ella y su equipo crean materiales educativos con imágenes y símbolos para que el aprendizaje sea más accesible para todos.
Y no lo hace sola. Su colega Cristina Urenda ayuda a dividir la carga de trabajo, asegurándose de que cada participante reciba la atención que merece. “Juntas, lo hacemos posible.”
Este año, Celerina recibió el Premio Legado Richard Silliman de parte de la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association), un reconocimiento especial por su liderazgo en la promoción de la salud del corazón, la seguridad alimentaria y un cuidado comunitario con raíces culturales.
“Nuestro programa es pequeño, pero lo tiene todo. Por eso recibimos el premio. Lo construimos con amor para la comunidad.”
Su impacto va mucho más allá de números o reportes.
Vive en cada persona a la que acompaña.
En cada gesto de cuidado.
En cada abrazo de un participante que ahora siente esperanza.
Cuando se le pregunta qué consejo daría a alguien que quiere seguir este camino, su voz se suaviza, pero sus palabras son firmes:
“No te rindas. Siempre hay un camino. Siempre hay una manera de avanzar.”